martes, 5 de marzo de 2013

Un intelectual callejero.




De una manera general, el registro y la interpretación de las subculturas callejeras se da a través del exterior, a través de estudiosos - historiadores, sociólogos, antropólogos etc, etc, etc - que poco tienen que ver con las calles y con el objeto de su estudio. Pero más frecuente es que ese registro se da de manera
sensacionalista y tendenciosa en crónicas policiales del periodismo amarillista. El registro a partir “de dentro” ocurre de forma fragmentada a través de los zines y letras de música. Muy raros son los autores que, a partir del interior de los movimientos contraculturales, registran, analizan y divulgan la vida en las calles con toda su riqueza y contradicciones.  Valério Marchi fue uno de ellos.

Producto típico de las calles romanas rebeldes, Valério acompaño de cerca la insurrección de 1977 y milito en la autonomía de los trabajadores surgida en
aquellos años de plomo. Fue por esa época, 1977-78, que vio skinheads por primera vez, en Londres. Y se convirtió en uno. El fue también un Ultra histórico de Roma. Y se formo sociólogo. El fue como
un skinhead-sociólogo-ultra que escribía sobre el fascismo en la cultura pop (Nazirock. La música Pop y radicales de derecha - Editora Castelvecchi, 1997), describe una historia de las subculturas juveniles de la calle (Teppa. Storie del conflitto giovanile dal Rinascimento ai giorni nostri, Editora Castelvecchi, 1998 y La sindrome di Andy Capp. Cultura di strada y conflitto giovanile, Nda Press, 2004), arrojo algo a la luz sobre el universo de los ultras retorcidos y estadios como “laboratorios de represión” (Il derby del bambino morto. Violenza e ordine pubblico nel calcio, DeriveApprodi,2005). Ninguno de sus libros, sin embargo, fue lanzado en Brasil.

Valério decía que quería tener como lectores a jóvenes malcriados de la calles, en vez de profesores
cultos. Conocimiento compartido a través de sus libros y también en su librería en el barrio Rojo romano de San Lorenzo, frecuentada por punxs, skins, ultras, comunistas viejos, con los cuales pasaba
horas hablando sobre libros, su gran pasión. Esa generosidad intelectual lo llevo también a crear la
Biblioteca Internacional, un espacio pequeño y vibrante, el numero 41 de Via dei Volsci, en la actividad
de hoy.

Valerio Marchi falleció en julio de 2006, a los 51 años, víctima de un infarto, antes de su trabajo, fundamental para todos los que de alguna forma viven y aman las calles, fuese conocida por estas tierras. Es
una obligación nuestra difundirla. Contando con la colaboración de algunos camaradas simpatizantes
del Colectivo que saben el idioma italiano, trajimos dos extractos del prologo del libro “El sindrome de
Andy Capp. Cultura de calle y conflicto juvenil”, escrito por Valério:


[...] El joven se convirtió en mercancía valiosa. Una de las principales quejas de los últimos 
décadas es que los niños son pocos. A pesar de la baja tasa de mortalidad infantil, los jóvenes 
simplemente son cada vez menos, fueron reducidos a una pequeña minoría. Importante para el
consumo, pero todavía una minoría.
Pero no siempre fue así. En ese tiempo hemos tenido mas hijos, los jóvenes eran tantos que no eran
considerados una categoría de edad. Eran simplemente – los hijos de los pobres, y obvio – los 
brazos frescos para trillar el grano, para el curtido de cuero y tejidos de lino, para las minas y las
fábricas. Había millones de toneladas de carne para ser jugada en las guerras de los poderosos. 
Nadie se preocupaba por ellos.
Los hijos de los pobres, por asi decirlo, solo conquistaron el derecho de ser “jovenes” gracias a su
comportamiento “bárbaro y salvaje”. Esto ocurrió cuando, en el siglo XIX, las primeras luchas 
obreras han garantizado algunas horas libres para salir de sus guetos malolientes y sucios, y asi
comenzaron a aterrorizar las visitas de los burgueses. [...]
[...] En la terminología utilizada en relación con los “problemas de la juventud” surge un
sentimiento de alarma perpetua, una carga de fobia que parece manifestar un verdadero
síndrome paranoico colectivo, definida como “Síndrome de Andy Capp”, en la cual cada joven 
asume un aspecto alarmante de Andy Capp, el protagonista de la famosa “tira” del inglês Reg 
Smythe. Esta caricatura representa una vivida interpretación de un determinado estilo de vida, 
que tiene Andy Capp su representante mas extraordinario: agresivo, borracho, sexista, machista, 
vago, indiferente, potencialmente xenófobo, completamente contrario a cualquier tipo de 
aculturación, Andy antropomorfiza el estereotipo de la “bestia subproletária”, representando el
modelo de joven marginal: el desempleo crónico, un sentido de territorio, las dificultades 
económicas , la agresión física y sexual.
Este “síndrome”, que afecta a las clases dominantes y, en general, a la clase media, se manifiesta 
como un estado de paranoia colectiva provocada por la combinación de cinco condiciones: para 
activar, la turbulencia juvenil debe desenvolverse en un período marcado por una incertidumbre
generalizada en relación a su propio presente y futuro, de rencor generalizado, que resulta en la
busca de chivos expiatorios. La segunda condición esencial para su desenvolvimiento es la 
presencia de un sistema de comunicación capaz de catalizar y re amplificar un estado de ansiedad 
colectiva. La turbulencia de la juventud, como tercera condición, también debe tender a llevar 
mas allá de los barrios y las porciones del territorio normalmente marcados como zonas de 
influencia de la “turbulenta juventud marginal” y parcialmente fuera de la acción de la autoridad
constituida.
Por otra parte, la alarma debe tener entre sus jóvenes protagonistas, para aumentar su potencial 
de desastre nacional, no solo los habituales “bestias del gueto”, la subclase que la cultura 
dominante quiere que sea violenta, por definición, pero los jóvenes de todas las clases y 
condiciones sociales, para enfatizar la ampliación progresiva de “emergencia”. Finalmente, como 
la quinta y la ultima condición, debe expresar valores que torne las manifestaciones de la 
turbulencia juvenil completamente extrañas al propio modelo cultural. [...]




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