El movimiento Punk en Argentina, es un movimiento social, olvidado
tanto en la
disciplina histórica como en la antropológica. Sus
representaciones políticas de carácter
frontalmente anti-sistema1 y sus formas de conciencia particulares sobre la realidad
social, vinculadas a parámetros anarquistas (no exentas de cierto
nihilismo social legado
de su momento histórico de emergencia en Inglaterra a fines de los
’70 del pasado siglo),
han tendido a interpretarse bajo el sentido común y en el plano
científico-social, alejadas
de cualquier significación política.
Como propuesta de investigación, reconstruiremos los significados
sociales
compartidos por los actores, evidentes en su forma política
radical, a la vez que
afianzados en momentos de acción colectiva, otorgando de ésta
manera un sostén
empírico al concepto sociológico de movimiento social. Entendemos
éste concepto en
concordancia con los lineamientos teóricos de Álvarez Junco y
Pérez Ledesma (1982),
quienes se refieren a los movimientos sociales, como “todos los
fenómenos de lucha
colectiva, todas las actitudes de protesta contra el poder-tanto
económico como social ó
político-, todos los intentos colectivos de cambio social” (Pérez
Ledesma, 1994:57). Los
investigadores descriptos, explicitan a su vez, que “un movimiento
supone una actuación
concertada con un cierto grado de permanencia [temporo-espacial].
Pero la concertación
no implica un nivel de organización similar al de las asociaciones
formales” (Pérez
Ledesma, 1994:60); en ésta dirección hablamos de ‘radicalidad sin
estructuras’.
Ante la carencia de documentos, fuentes históricas y producciones
teóricocientíficas
sobre el movimiento punk en Argentina2, se propone la utilización de
materiales producidos por los propios actores: fanzines, panfletos
y un corpus letrísticomusical,
que adquieren para la investigación el sentido de formatos
comunicacionales de
discursos y manifiestos políticos. Las fuentes investigadas
presentan las voces de los
actores describiendo un proceso histórico opresivo y una propuesta
de cambio social
(utópico-proyectivo de raigambre anarquista) en vinculación con el
período de reemergencia
democrática.
Los punks difundían discursos radicales montados en producciones
culturales
autogestionadas que actuaban como “focos de agitación” contra las prácticas violentas
y
el consenso direccionado del Estado y demás formas de conciencia
hegemónica.
Los focos de agitación y el soporte político adjunto del
movimiento punk pueden
explicarse desde las pautas de significación y comunicabilidad de
los actores. De ello da
cuenta un párrafo de la letra “Generación en resistencia” de la
banda Cadáveres de niños:
“volantes y aerosol - fancins [fanzines] y molotovs - grupos
independientes y squots
[ocupas], nuestra dispersa acción - no hay ideología ni
concientización: solo una idea –
basta de opresión – kaos contra el orden impuesto: desorden para
la creación –
generación en resistencia” (Fanzine Resistencia, 1987).
Estos “focos de agitación” respondían a una usina de producción
cultural propia,
representada por medios de comunicación gráficos conocidos como
fanzines (“voceros
ideológicos del cambio punk”, Resistencia N°5, 1989), panfletos
(denominados ‘flyers’,
cuya función era la difusión pública de recitales programados, que
en algunos casos
adjuntaban información acerca de las letras producidas por las
bandas) y las mismas
letras sobre los constructos musicales Punk-Rock y Hard-Core, como
sostén sonoromusical
de los discursos. Las producciones culturales descriptas son
propias de un
sector del movimiento al que podemos denominar de ‘intelectuales
punks’.
Las obras letrístico-musicales se vinculaban a dos ámbitos de
circulación
diferenciados; por un lado, un mercado discográfico “oficial” que
comprendía empresas
multinacionales (RCA, EMI, Warner, etc.) y nacionales (Del Cielito
Records, Umbral y
Radio Trípoli Discos)4 de tipo capitalista; por el otro, en el extremo opuesto, se
generan
emprendimientos de tipo mercantil simple (por lo común tiradas
caseras5 con una ó mas
centenas de ejemplares) que buscaban no tan sólo la difusión
discográfica en sí mismo,
sino también crear un modo alternativo a la producción masiva, que
estaba en manos de
agentes identificados con el sistema; prácticas creadas y
consensuadas del movimiento
punk para dar forma a una faceta de resistencia a la
mercantilización de sus productos
musicales y sobre todo de sus discursos políticos. Como posición ‘poco
deseada’ dentro
de la diversidad de significados que proponía éste movimiento, se
encuentra la de
aquellas bandas punks que grababan para empresas discográficas
multinacionales, las que
eran re-significadas como “vendidas” al sistema.
Los fanzines surgen de la cosmovisión misma del movimiento punk.
Eran
producciones de tipo mercantil simple, a los fines de insertarse
mínimamente en el
mercado para su reproducción. Por lo general, poseían un formato rústico
que lo
diferenciaba frente a los productos gráficos convencionales:
periódicos, revistas y libros;
sus costos al público eran mínimos, sin búsqueda de ganancia; se
distribuían en recitales,
puestos de libros usados y ferias especializadas de fanzines. Al
menos para el período
analizado en ésta investigación su producción artesanal dependía
de una tipografía simple
en base a máquina de escribir, escritura manual, “colages”
fotográficos, etc.; las ediciones
se realizaban en base a fotocopiado ó fotoduplicación. La
utilización de materiales y
tecnologías mínimas debe ser interpretada como una actitud
anti-sistema.
Tanto las producciones culturales descriptas como la concreción de
recitales
musicales autogestionados, sostenían una “conciencia de grupo” y
determinadas
“creencias generalizadas” que daban “unidad y coherencia” al
movimiento punk de
Buenos Aires".
El anarquismo porteño tuvo representatividad en las formas de
conciencia
reproducidas al interior del movimiento. Estos actores, no
desenvolvían una militancia
activa en la Federación Libertaria Argentina ó agrupaciones
anarquistas de principios de
los ’90 (del pasado siglo) vinculadas a órganos de difusión
gráfica y venta en el mismo
circuito que los fanzines punks (Agitación Anarquista, La Burra,
La negra, etc.). Algunos
punks se reunían en locales anarquistas porteños como la
Biblioteca José Ingenieros,
otros se consideraban anarco-individualistas según la línea de Max
Stirner, pero
básicamente se consideraban anarco-punks.
Las formas de conciencia del movimiento punk, no sólo se nutrían de fuentes
anarquistas, también respetaban los orígenes socio-musicales del “estallido
punk” de
1977 en Inglaterra (año asignado como “mito de origen”), las “emanaciones
punks” más
intelectualizadas surgidas un par de años más tarde8, y las
preocupaciones-actitudes de
resistencia del movimiento ecologista y de la “liberación animal”.
Conjuntamente hacían
propias otras propuestas de resistencia anti-sistema en la
práctica: las luchas
independentistas vasca y palestina, así como las de varios
colectivos sociales a nivel
global: feministas, de las trabajadoras sexuales, indígenas y
anti-apartheid.
Respecto de la irrupción del punk como forma de conciencia radical
en la década
del ’70 en la sociedad británica, seguimos la propuesta de Da
Silva Forttes y Mancilla
Vega (1999), cuando afirman que:
“La meta de estos punks originales era expresar su rabia en una
forma original y
agresiva, la cosa mas odiada en el mundo era alguien que era un
conformista. Muchas
bandas punks han construido su plataforma o sus mensajes
admitiendo la
disconformidad por medio de sus letras y comportamiento”
(Op.cit.:32).
En el primer L.P. punk editado en Argentina, titulado por la banda
de punk rock Los
Violadores en forma homónima (1983), hallamos un fragmento letrístico
representativo
del sentido social inconformista del discurso punk: “Hay que volar
con lo
establecido/regido por el tiempo/podrido por el tiempo. /No!
queremos aburrirnos/no!
queremos convertirnos/solo queremos escapar a la realidad”( “Viejos
patéticos” en: “Los
Violadores”, 1983)*
A instancias de que la enunciación sobre la dimensión espacial del
movimiento
social analizado sea tomada por generalidad engañosa, hago la
salvedad de que la unidad
de análisis se restringirá a la ciudad de Buenos Aires dentro del
período cronológico
establecido desde la emergencia de la democracia en 1983 y la
década que sigue hasta
1992-939;
aunque sabemos que entre 1980-82 había bandas punk rock que acompañaban
a Los Violadores en sus inicios (p.e.: Muerte Civil, Los Laxantes
y Los Baraja.) y por
ende, la manifestación incipiente del movimiento arranca en un
período anterior al
delimitado. Muchos datos recogidos de páginas web, señalan como
año de origen de la
escena punk (al menos en lo que respecta a bandas) a 1978, momento
histórico
delimitado por la aparición de la banda punk rock Los Testículos.
2. Estereotipos sobre los punks vs. Identidad política
Suelen hacerse descripciones sobre los punks a partir de sus
cabellos modeladosrecortados,
vestimentas y adornos simbólicos particulares; a saber: “tocados”
ó cortes de
cabello al estilo mohicano (entre los actores: ‘cresta’), uso de
vestimenta de cuero negro
(entre otras) y adornos de metal para/en el cuerpo (cadenas,
candados, alfileres de
gancho, etc.). Sin embargo la exhibición corporal denominada “estética
del rechazo”,
puede ser asimilada más a un estereotipo que a una norma a la que
se debían ajustar todos
los actores. Los sectores mas politizados del movimiento, la
rechazaban de pleno;
ejemplo de ello, es la crítica que le hace a dicha estética una
banda británica de punkrock
denominada Crass (conformada por anarquistas-comunitarios) en el
año 1983, la
cual denunciaba que “el punk es la forma más patética de
exhibicionismo y se ha
convertido en una parodia de sí mismo” (Fanzine “Resistencia” N°1,
1984; re-edición de
septiembre de 1989).
A lo dicho por ésta banda que llega a sentenciar en 1978, que “el
punk está muerto, es
otro producto barato para la cabeza de los consumidores” (letra
del tema “Punk is dead”),
se puede agregar siguiendo a Franco (1993), que “La historia que
puede leerse en ropas y
estilos es una historia de mercancías y no una de la comunidad”
(Op.cit.:26); sin dudas, el
punk como movimiento social anti-sistema (una comunidad de
inconformistas) no puede
vincularse históricamente con una faceta del fetichismo de la
mercancía.
La identidad política punk, se orientaba colectivamente hacia el
cambio social, el
estereotipo ó la “estética del rechazo”, implicaba un sentido más
individual; la primera
era compartida al interior del movimiento, la segunda era
compartida por los actores en la
medida de una subjetividad no generalizada.
Para que un movimiento social se sostenga en el espacio público
con sentidos
mentados de cambio social, es necesario: “la construcción en
positivo de una “identidad
colectiva” que sustituya a las [identidades] desaparecidas y haga
posible la acción
conjunta” (Pérez Ledesma, 1994:100); en ésta dirección se analiza
la identidad política
punk.
La descripción que hace de los punks una integrante de la banda
Cadáveres de
Niños (Patricia, a la vez editora del fanzine Resistencia), nos
otorga un punto de
referencia importante respecto a sus actitudes políticas:
“acá [en Bs. As.] pasó mucho con el punk […] cambió muchas cosas […]
muchas de las cosas
que hay ahora surgieron no de un movimiento sino de una gente que
se movía […] pienso que los
movimientos son como partidos políticos; alguien dice que existe
un movimiento entonces uno se
aferra a pautas ó reglas ó cualquier cosa que identifique al
movimiento. El punk se murió cuando
se convirtió en movimiento, cuando la gente empieza a tomar
muletillas de lo que es la idea […]
mientras que empezó siendo el punk una cosa individualista”
(Fanzine R.A. Asko, n°1, 1988).
La postura política de algunos intelectuales punks (como la
citada) en relación a la
acción individual, tiene su origen en el discurso
anarco-individualista de un pensador
libertario de principios del siglo XX, llamado Max Stirner, quien
en su libro: “El único y
la propiedad” determinaba las características del ser social
autogobernado10. A la par de
Stirner, caló hondo entre los actores, el significado del
individualismo libertario
propuesto por la banda-comunidad Crass, a los cuales el fanzine
Resistencia (nota sobre
el individualismo anarquista, N°3, 1987) bautiza como “revitalizadores
y revolucionarios
del movimiento anarquista”11. Algunos intelectuales punks, podemos afirmar, se oponían
al formato de movimiento social, sin embargo muchas de sus
acciones políticas eran
desarrolladas colectivamente, por ejemplo: la praxis
autogestionaria (conformación de
cooperativas para montar recitales) y la movilización pública de
protesta.
La misma intelectual punk antes mencionada, deja un manifiesto
revisionista en la
editorial de su fanzine, acerca de los 10 primeros años de vida
del movimiento originado
en Inglaterra. Nos interesa una vez más resaltar los elementos
políticos de su discurso,
esta vez en referencia al llamado a la acción:
“ya fué la de bailar sobre las cenizas del punk, haciéndolo blanco
de críticas cuando no
existe otra actitud que tomar. Poco importa si murió, está vivo ó
lo mataron. La situación
reclama una reivindicación de la lucha, un renovado compromiso, de
permanente
denuncia y permanente acción contra las paredes que nos encierran
sin importar que
nombre tenga, sino, QUIEN VA A ABRIR LA PUERTA DE TU CELDA CUANDO
YA
NO QUEDE NADIE MAS DEL LADO DE AFUERA? eh?” (Resistencia N°3,
1987)
El
movimiento punk, puede considerarse como un movimiento social que
articulaba
variadas formas de lucha anti-sistema (anti-opresivas). Fueron constatados
momentos
de acción colectiva, cronológicamente ‘sostenidos’ durante el lapso ‘85-88’,
momentos
en que se hacen públicas las manifestaciones de protesta contra el orden social
y
su aparato represivo. Asimismo la comunicabilidad de sentidos anti-sistema (su
propuesta
de cambio social) era difundida en formatos letrísticos-musicales y las
producciones
gráficas descriptas (fanzines), a las cuales entendemos en conjunto como
instancias
discursivas y prácticas de lucha política.
Asumiendo
los lugares de enunciación tanto desde un exterior discursivo (o sea
nuestra
propuesta) como desde el punto de vista de algunos actores, nos topamos con
representaciones
contradictorias sobre el concepto teórico de movimiento social. Sin
embargo
podemos sostener la construcción heurística acercándonos descriptivamente a
los
intelectuales punks y los demás actores que acudían a manifestaciones,
recitales, etc.,
como
eslabones de un sujeto colectivo posicionado en el espacio social frente al
bloque
hegemónico
y sus consecuencias adjuntas de violencia física y consenso direccionado;
activistas
(prácticos y discursivos) que de manera radical, sin la necesidad de
estructuras
organizacionales
“solidificadas” (acorde a los lineamientos que el anarquismo propone
como
formato de espontaneidad en la lucha política) actuaba tras la búsqueda de
efectivizar
ciertos derechos humanos (libertarios y democráticos).
Las
diferentes manifestaciones públicas descriptas: anti-policiales,
anticapitalistas,
el
caso de la marcha anti-papal y la instancia descripta de “acción directa”
(“Stop
the city”), se muestran como las formas ó repertorios de acción colectiva que
practicaban
y compartían los integrantes del movimiento punk frente al Estado, frente a
sus
instituciones represivas, su consenso colectivo direccionado, sin olvidar los
diversos
agentes de dominación simbólica y económica
que también enfrentaban.
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